Una vez más estás ahí frente a la ventana, la habitación está completamente a oscuras y tu mirada se pierde en aquella colina llena de pequeñas casitas iluminadas; distingues algunas sombras en las ventanas y te diviertes imaginando la historia de las personas que viven allí, sonríes para tus adentros y te abrazas a ti misma sujetándote las rodillas, es entonces cuando recuerdas aquella sensación, la sensación de sentirte tranquila y a gusto contigo misma porque sabes que el mundo juega a tu favor.
Ahí fuera parece todo tan calmado que te dan ganas de saltar por la ventana, perderte y ver lo que te depararía esa noche, darte cuenta de que tienes frío porque el bello se te eriza o que estás sintiendo porqué has cruzado la calle y ese aroma te ha recordado que no eres de piedra, te gustaría saber cuánto tiempo tardaría en curarse tu rodilla si hubieras ido corriendo cuesta abajo y hubieras tropezado accidentalmente ¿te habría ayudado alguien a levantarte?.
Tocas el cristal de la ventana con la mano y dibujas una letra cualquiera aprovechando que se ha empañado a causa de tu respiración, en realidad te has engañado a ti misma creyendo que vas a dibujar una letra cualquiera y según cualquier persona cuerda te estarías engañando al imaginar la sensación que produce el frío, esas mariposillas, el dolor de una herida en la rodilla… pero ya has vivido todo eso una vez y sabes como es, por eso…lo único que haces ahora es imaginar, tienes la herida pero no el dolor, tienes el frío pero sin necesidad de que tu bello se erice, tienes los sentimientos pero sin necesidad de ser de piedra, lo tienes todo, pero sin arriesgar, sin conseguir y sin poder perder; una única ventana te enseña el mundo empañado por el dibujo de esa letra, cada respiración tuya le proporciona calor y tu dedo volverá a dibujarla una y otra vez engañándose al pensar que solo será una letra cualquiera.
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