Creer en el olvido de tu aroma, se ha convertido en una misión imposible. Y es que el olfato se excita al oler tu piel sobre mi cuerpo. Tu sudor se convierte en el aroma chirriante de mi carne. Tu esencia extrasensorial me irrita el paladar, mientras que tu penetrante sensación de inmortalidad me roe las fosas nasales. Me has convertido en un perro que olfatea entre los espacios alejados de mi mente en búsqueda del recuerdo de tu mirada, del olor de tus besos, del sabor de tus caricias. El pulmón me lo has transformado en un hierro forjado que se entrelaza sobre sí mismo, y que enloquece al palpar la mínima esencia de tu respiro. Un ayer inconcluso que busca desesperadamente en el diccionario anatómico, el significado de estos latidos acelerados, de estas anchas pasiones, de este sin fin de sabores, de este pensamiento sin razón. Sin embargo aquí estoy, en medio de la nada, en medio de mi profunda búsqueda sensorial por el olor que alguna vez empañó mis sueños, y humedeció mis sábanas… Quizás el viento lo traiga como un simple rocío de aroma… Me tranquilizaré a mí mismo, repitiendo sin cesar en la vasta soledad sepulcral, que mi olfato rastreará entre los miles de segundos transcurridos, el incesante olor de tus gemidos; buscando así en el sabor etéreo de mi boca, el calor y acidez de tus besos. De eso que no quede ni la menor duda.
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